«El líder cristiano», ¿encajaba Jesús con el perfil del líder de éxito? 14/10/2021 – Publicado en: PORTAFOLIO
Junto a mi mesa del despacho, encima de ella y las estanterías que me rodean hay más de setenta y cinco libros sobre el liderazgo. Durante el último año los he leído, he anotado cosas en los márgenes, he subrayado pasajes y he escrito en mis notas de investigación todo lo que me ha gustado. Ya no quiero ni contar el número de biografías de líderes que he leído con el paso de los años.
He asistido a tantos seminarios sobre el liderazgo que no me acuerdo de todos. He dirigido y me he dejado dirigir. Tengo mucha información sobre la teoría del liderazgo, las habilidades y el tipo de personalidad necesarias para ejercerlo. He realizado valoraciones de perfil de líder, he sometido a otros a ellas y me he empapado de todos los diagramas, gráficas y materiales del estilo “veintiséis maneras de ser un líder”.
La mayoría de libros sobre el liderazgo dicen que los líderes tienen un “tipo correcto” de personalidad. Ya sabes de qué hablo: son esos visionarios espectaculares que sirven a otros y sacan lo mejor de las personas. Cuando entran en una habitación, acaparan todo el oxígeno y sus anchas sonrisas revelan su blanca dentadura. Son oradores que nos enardecen, que por pura voluntad inducen a los oyentes a reír o a llorar.
La pregunta que me ha estado rondando es esta: ¿Encajaba Jesús con el perfil del líder de éxito?
Basándome en lo que sé de él, ni encajaba ni pretende ni espera que ninguno de nosotros encaje en ese perfil. Escribo este libro porque creo que debemos cambiar el concepto que tiene la Iglesia de lo que es el liderazgo cristiano. Hemos rendido homenaje a un modelo secular; hemos secularizado el liderazgo cristiano. Ahora tenemos que cambiar el modo en que los cristianos practican el liderazgo.
La palabra secular procede del latín saecularis, que significa “este mundo presente”. Sus sinónimos son irreligioso, profano y temporal; son términos asociados con el humanismo, que colocan al ser humano en el centro de todas las cosas. Es una cosmovisión que sitúa a Dios al margen; solo interviene para bendecir los esfuerzos más loables que hace la humanidad para progresar. Tristemente, hoy en día hay muchos líderes cristianos que no se toman en serio a Jesús a la hora de hacer cosas en nuestras iglesias, ministerios y organizaciones. Le consultan para saber cómo orar y qué deben creer sobre Dios, pero no le consideran un modelo de liderazgo. Parecen más decididos a ser como líderes seculares de éxito que a tener una influencia distintivamente cristiana sobre otros. Tal como señalaba el difunto John Stott: “‘Liderazgo’ es una palabra que comparten por un igual cristianos y no cristianos, pero esto no quiere decir que su concepto sea el mismo”. No es de extrañar que hayamos perdido la cultura.
Este libro no habla de cómo mejorar las organizaciones cristianas; se centra en cambiar la forma en la que los cristianos lideran. Examina cómo los líderes rehabilitados transforman todo lo que tocan. Va dirigido a todos los que tengan un megáfono, un estrado desde el que hablar, que quieran guiar a otros en el camino de ser testigos de la verdad. Es para las personas ante un púlpito, tanto si este adopta la forma de una empresa o la de una posición influyente en un entorno cultural: el ocio, el deporte, la política, la industria, el arte, el mundo académico o la religión. Si eres alguien a quien otros escuchan, tienes un púlpito, y este libro es para ti.
Conocemos a Jesús como el Rey de reyes resucitado y como el Señor de señores. Yo propongo que también es nuestro líder y nuestro modelo para todo liderazgo que quiera hacerse en su nombre. Jesús me resulta fascinante. Fue el líder más inteligente y más eficaz de toda la historia, y sin embargo no pareció intentar serlo, ni impartió a otros una enseñanza formal sobre el liderazgo.
Sin embargo, sí que enseñó a sus alumnos a enseñar a otros. En este libro exploraremos cómo el estilo de liderazgo de Jesús conduce al sacrificio, la humildad y el sufrimiento. Muchas generaciones de sus discípulos trabajaron más de trescientos años en el anonimato hasta alcanzar un grado de poder que hoy día consideraríamos importante. Jesús tenía un mensaje y siguió el rumbo adecuado para transmitirlo pasara lo que pasase. Era un líder nato; tuvo seguidores porque su persona y su carácter innato influyeron en las personas. A menudo los líderes modernos no consiguen tanto.
Yo propongo que necesitamos un estilo de liderazgo diferente, que siga el modelo de Jesús. Hemos de aprender a influir en otros gracias a nuestro carácter, porque eso es lo que hizo Jesús. Nos enseñó que la clave para la revolución mundial consiste en ser nosotros mismos en los ámbitos normales y habituales de la vida.
Jesús influyó en otros por ser quien era, no porque fuese conocido o una persona con poder, o porque hubiera dominado un conjunto de técnicas ni introducido una estrategia eficaz de liderazgo. Podría haber realizado su misión viviendo en tu casa, conduciendo tu coche, casado con tu cónyuge, trabajando en tu despacho y criando a tus hijos, porque el liderazgo tiene que ver con el carácter. Muchos de los que aspiran al liderazgo buscan las circunstancias idóneas que les permitan dirigir. A muchas personas que ocupan puestos de liderazgo les cuesta dirigir debido a diversos obstáculos, como la falta de fondos, la ausencia de autoridad o la confusión respecto a los métodos. Jesús se enfrentó a estas cosas (y a más), pero cumplió su misión. Dijo: “Cargad con mi yugo y aprended de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestra alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana”. Todo líder que se someta a él y aprenda de él lo que significa liderar, podrá hacerlo.