Podemos empezar a “adorar nuestro trabajo, trabajar jugando y jugar a adorar” 13/07/2023 – Publicado en: PORTAFOLIO
Hoy día, en la vida de muchos cristianos existe una profunda separación entre el trabajo y la adoración.
Un lunes tras otro, la gente se dedica a una gran variedad de rituales laborales: ir en coche al trabajo, cruzar las instalaciones de una fábrica, hojear rápidamente los e-mails, realizar una comprobación del equipo, reunirse con el personal en torno a una mesa de negociación. El trabajo (intelectual o manual) presenta diversos ritmos que son predecibles. Tanto el que se hace delante de una caja registradora como sentado ante una mesa, fregando suelos o elaborando diseños, tecleando palabras o recogiendo fruta. Todos los trabajadores tienen rituales, cosas que “hacen y punto” todos los lunes por la mañana, a menudo sin pensar.
Domingo tras domingo, la gente participa en una gran variedad de rituales de adoración: ir en coche a la iglesia, recorrer todo el pasillo, cantar himnos, hacer oraciones, escuchar lecturas bíblicas, confesar y participar en la comunión en torno a la Mesa del Señor. La adoración cristiana (tanto la ancestral como la contemporánea) a menudo tiene un ritmo predecible. Ponerse en pie para cantar o estar sentado en la butaca, orar o alabar, tomar del pan o beber de la copa. Todos los adoradores tienen rituales, cosas que “hacen y punto” todos los domingos por la mañana, a menudo sin pensar.
¿Qué relación tienen esas actividades que etiquetamos como “adoración” y “trabajo”?
¿Deberían vincularse o informarse mutuamente? Algunos trabajadores se esfuerzan por mantener separados su adoración y su trabajo. Otros intentan conectarlos de todo tipo de maneras fascinantes y creativas. Por lo general, la mayoría de pastores y de líderes de adoración desea profundamente que la adoración del domingo por la mañana tenga una relación intensa con las vidas de los congregantes el lunes por la mañana. Pero ¿sucede eso?

Algunos trabajadores contemporáneos se han resignado por completo a este abismo creciente. Algunos incluso han aprendido a valorarlo. Agradecen esa vía de escape que es la liturgia, esa ocasión que tienen de olvidarse de las presiones y los problemas del trabajo, aunque solo sea por un rato. En el santuario encuentran un puerto seguro frente a las inquietudes que les plantean el trabajo y el mundo.
A otros trabajadores les molesta profundamente la existencia de ese vacío, les acosa la sensación corrosiva de que el santuario es un entorno totalmente irrelevante, incapaz de responder a las crudas luchas, las preguntas y los problemas a los que se enfrentan en el lugar de trabajo. El abismo les va minando. Desean que todo se integre.
Algunos trabajadores efectúan valientes intentos por olvidar el trabajo cotidiano durante la adoración. Hacen todo lo que pueden para, psicológicamente, dejar su trabajo a la puerta de la iglesia. Al no disponer de tiempo o espacio dedicados a reflexionar espiritualmente sobre sus “cosas del trabajo”, estas se van acumulando en sus almas. La creciente pila de estrés y de ansiedad es algo que “ya arreglarán” ellos solos. Quizá en determinado momento de sus vidas a esos trabajadores les dijeron que cuando fueran a la iglesia tenían que “centrarse en Dios” y “apartar de su mente el estrés de la semana”. Sea como fuere, estos trabajadores imaginan que el santuario sagrado no es el lugar donde bregar con las cuestiones mundanas del trabajo secular.
El siguiente paso es casi inmediato: si de verdad el santuario no está interesado en la ocupación secular, quizá es que tampoco le interesan los trabajadores. Por su cuenta y riesgo, los trabajadores intentan “arreglarlo” solos, por medio del ejercicio o el alcohol, las vacaciones o el yoga, la medicación o el ocio. Decididamente, les han abandonado.
Este es un problema que debemos afrontar. Lo que está en juego es la cohesión entre nuestro trabajo y nuestra adoración. Cuando los dos ámbitos están separados, su relación puede distorsionarse rápidamente. Podemos empezar fácilmente a “adorar nuestro trabajo, trabajar jugando y jugar a adorar”.
Este libro no tiene el propósito de argüir que existe una división entre la adoración y el trabajo. Eso es evidente. Nuestra meta es explorar cómo sería posible reconciliar esos mundos separados del trabajo y de la liturgia.
Este es un fragmento de uno de nuestro últimos libros, El trabajo y la adoración
Foto de Christin Hume en Unsplash