Era propio de quien no buscó su propia gloria velar ante los ojos del mundo su quebranto, y nadie como Cristo vivió con su mirada puesta en el bienestar de los demás. No lo concebimos como un hombre de Triste Figura, de aspecto lamentable que suscitaba pena o compasión, sino como un hombre lleno de paz, incluso de gozo en medio del sufrimiento; «La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo» -dijo-; y «Estas cosas os he hablado, para que mi gozo sea cumplido». Así es el maravilloso Mesías de Charles Jennens y Georg Friedrich Händel.
Este libro es de Camino Viejo.