Las Siete Palabras que Jesús pronunció desde la Cruz respiran gracia y perdón, y los brazos extendidos de Cristo ofrecen redención y reconciliación con Dios. Pidió clemencia para quienes cumplían órdenes de clavarle en el madero, y otorgó una entrada sin reservas en su Reino a un malhechor arrepentido. A través de labios resecos hizo provisión para su propia madre, y la encomendó al cuidado de Juan, «el discípulo a quien él amaba». El Hijo de Dios recordó, en su agonía, las primeras palabras de un Salmo de David que reflejaba su propio sufrimiento a la vez que anunciaba su vindicación final. Su misión en el mundo se había llevado a cabo en cumplimiento de la Escritura bajo la voluntad de Dios, y acabada su Obra, dando una gran voz encomendó su Espíritu en manos de un Padre que no le había abandonado jamás.
Este libro es de Camino Viejo.